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domingo, 5 de octubre de 2014

TEMA EDUCATIVO.





Diálogo en torno a una redacción escolar

POR: Manuel Matos Moquete

En una mesa del salón de profesores del liceo, dos profesores ideales, el profesor X y el profesor Y, se encuentran en el proceso de corrección de las composiciones de los alumnos del Cuarto Grado de la Educación Media. El profesor X abre un paquete con los trabajos de sus alumnos, los hojea, los observa, los muestra a su colega, el profesor Y. Ambos proceden a la revisión, al tiempo que intercambian reflexiones y toman decisiones.

Profesor X. La enseñanza de la comunicación escrita es primordial en mi clase, sin detrimento de la oral. En el proceso de escritura es donde las palabras se manejan como un verdadero arte.

Profesor Y. Muy bien profesor. Ahora déjeme ver esas composiciones.

Profesor X. Fíjese en lo mal que escribe ese muchacho, a pesar de lo tanto que le he remachado la importancia de la lengua. Es una redacción pobre y confusa en el uso de los sustantivos, los verbos, los adjetivos y los adverbios, categorías cuyos empleos desconoce. Y en cuanto a las conjunciones y preposiciones ni se diga, no están donde deben ir. Están ausentes o sobran.

Profesor Y. Y todo eso porque ese alumno no escribe realmente, su narración es oral. Es una oralidad transcrita. Realmente no tiene conciencia de la escritura. De ahí el carácter espontáneo y poco entendible del texto. De entrada, por esos defectos de la escritura yo le quitaría tres puntos de los diez que vale la composición.

Profesor X. “Es ego quien dice ego”, decía un lingüista, pero ese alumno no usa el nombre y el pronombre personal como se debe, que permitan tener una imagen del narrador... Habla de Juan y de yo como personas distintas cuando la composición es una narración autobiográfica. Ignora que el uso de la primera persona es esencial para el desarrollo de la identidad personal. Por otra parte, tiene una pésima ortografía, escribió ayer con h, necesidad con dos eses y puso un acento en la o de arroz. Por esas faltas no tenemos más remedio que reducirle dos puntos más, aunque le queden solamente cinco puntos.

Profesor Y. Así es, profesor, yo le quitaría hasta más. El manejo de los pronombres y la ortografía es esencial. Pero, dígame profesor, cuántos le debemos quitar por los signos de puntuación, pues por lo que observo, la redacción no usa el punto, la coma y el punto y coma. Es un texto continuo, corrido, desde el principio al final.

Profesor X ¿Por los signos de puntuación? ¡Oh!, eso es los más importante. Hay algunos, pero donde no van. Por eso yo le quitaría algo, un punto, por lo menos, para que aprenda a separar oraciones e ideas.

Profesor Y. Ciertamente, le podemos quitar otro punto para no ser tan severos con ese alumno. Pero, por otro lado, las palabras encierran conceptos y por tanto son recursos principales de que dispone el ser humano para el desarrollo del razonamiento y la conceptualización a través de formas como los modos, los tiempos y los aspectos de la lengua.

Profesor X. Las palabras no solo encierran conceptos sino también valores. Son valores palabras como amor, libertad, honestidad. Por tanto, en el uso de la lengua las palabras sirven al desarrollo de los conceptos, de valores y actitudes.

Profesor Y. Es cierto, existe una terminología valórica que el alumno nunca usa, pero, el pobre, es que me da pena por él, pues solamente le quedarían cuatro puntos.

Profesor X. No importa, profesor, para el desarrollo conceptual, el vocabulario es esencial. De ahí que las prácticas de enriquecimiento léxico son tan importantes. La importancia del léxico ha estado avalada por los tipos de recursos y estrategias de que se han valido los hablantes, los especialistas y las instituciones lingüísticas, como las academias de la lengua. Por un lado, la constitución de diccionarios y glosarios para la formación y desarrollo en abstracto de los conceptos y el caudal léxico: por otro lado, el uso de la lengua en contextos y situaciones, o lo que es lo mismo, en forma de comunicación oral y escrita o artes del lenguaje.

Profesor Y. ¿Usted imparte a sus alumnos los ejercicios de mapa semántico y mapa lexical, de búsqueda de palabras desconocidas en diccionarios y de trabajo del significado contextual de las palabras? Le pregunto porque parecería que ese alumno no conoce nada de eso. Fíjese en la pobreza léxica de su redacción, habla de cosa, vaina, repite las mismas palabras y las usa sin propiedad. Por los problemas de deficiencia léxica yo le quitaría no menos de dos puntos, aunque solamente obtenga dos puntos por la redacción.

Profesor X. Realmente estoy aturdido, no esperaba que las faltas de ese alumno fueran tantas en ese aspecto. Es uno de los mejores de mi clase, incluso creía que era el mejor del bachillerato. Si algo yo enseño en mis clases es el manejo de la palabra. Digo a mis alumnos que tener un vocabulario rico contribuye al conocimiento y a la valoración de los referentes de la realidad, sobre todo cuando apunta a procesos como la designación, la denominación, la descripción, la clasificación, la enumeración y el análisis. Hago hincapié en las categorías del sustantivo, el verbo, el adjetivo, los adverbios. Hago inventarios de esas palabras en textos leídos; trabajo con ellos las palabras en contexto, no la palabra aislada. Repaso con ellos el valor significativo y el valor connotativo en textos expositivos y en textos literarios.

Pero, parece que esos alumnos no tienen cabeza, no aprenden nada. Escuche profesor cómo les explico la importancia del léxico. Les digo: Existen dos esquemas de realización de la lengua, los cuales son los ámbitos de existencia de las palabras. La forma abstracta y forma concreta. La abstracta es el modelo de la lengua, en el cual las palabras tienen valor de signos, es decir, son unidades de significados y significantes y en ese rol son responsables de la percepción sonora de la lengua y de otros sonidos no lingüísticos y de la construcción de los conceptos de la realidad. La forma concreta es el modelo del discurso, en el cual las palabras léxicas, fundamentalmente, constituyen los núcleos del pensamiento, la emoción y las imágenes en la comunicación en términos de palabras clave, campos lexicales o vocabulario que corresponden a los temas, los tópicos, los ideologema y las ideas o ideologías centrales del texto. Eso es lo más fácil, pero parece que no aprendieron mis lecciones, y eso me avergüenza, puesto que no se justifica la pobreza léxica de ese muchacho, que bien se merece que le quitemos dos puntos más, aunque obtenga cero punto en la redacción.

Profesor Y. El profesor Y mira con compasión al profesor X. Lo siente alicaído y confuso, como experimentando un sentimiento de culpa por las faltas de su alumno. Y para suavizar el ambiente, le dice: No se preocupe, profesor, mis alumnos son así, a pesar de los esfuerzos que hago. Luego agrega: Es que la lengua es difícil, puesto que fíjese profesor, ese texto del alumno no tiene coherencia. ¿Y cuál es el tema y el contenido desarrollados a lo largo del texto? Eso no se ve claro, pues pasa de un asunto al otro y no asegura la progresión temática.

No expone una historia con claridad y continuidad. No hay ideas desarrolladas con alguna lógica del pensamiento. Una redacción sin tema, sin tópicos y sin ideas claras y bien desarrolladas no es redacción. Es un amasijo de palabras inconexas que dificulta la comprensión de la lectura, y observe profesor que es imposible identificar las palabras claves al carecer de coherencia. Ese solo error equivaldría a la mitad de la puntuación, pero como no le quedan más, vamos a abrir a ese alumno una cuenta de débito por un valor de tres puntos.

Profesor X. Ciertamente, profesor, lo que pasa es que el texto carece de cohesión, y sin esto no puede tener coherencia. Esta es una falla de dimensión semejante a la de la coherencia. ¿Porque cómo puede haber progresión de las ideas y de acontecimientos si no se redactan oraciones y párrafos formalmente relacionados entre sí? Las oraciones son extensas y no se relacionan a través de conectores u otros recursos anafóricos que anuden las proposiciones. Las oraciones no forman párrafos. Por la ausencia de ese aspecto formal, pero esencial, yo le quitaría a esa composición no menos de dos puntos, lo cual representaría para el alumno un déficit de cinco puntos, que se suman a los diez perdidos y que eran el valor total de la evaluación.

Profesor Y. Es verdad, profesor, ahora que me fijo bien, no sé qué hacer con esa redacción. Porque, además, no le veo ni pie ni cabeza. Está hecha sin propósito y sin estrategia comunicativa. Se pretende que es una narración de una experiencia personal, pero ese acto de habla no se destaca. ¿Cuál es el acto de habla principal? ¿Cuál es la historia que se cuenta? ¿Cuáles son los acontecimientos que se narran? No se sabe si narra, describe, argumenta etc. Yo le quitaría…

Profesor X…y tanto que he enseñado a mis alumnos que el arte de la palabra se juega en los actos de habla, que son las unidades básicas de la comunicación. Los actos de habla son las acciones que producen los hablantes en el proceso de la comunicación y estas se identifican a través de los verbos. Esas categorías son las responsables de que cada una de las acciones y del proceso de predicación de las oraciones.

En esos procesos se producen, a partir de las funciones sujeto y predicado, cuyos núcleos son respectivamente los sustantivos y los verbos, las ideas y los juicios sobre las cosas y las personas. Sin embargo, en esta redacción no se observa nada de eso. No se extrae ningún argumento. Y por lo tanto, profesor, con el dolor de mi alma yo quitaría cuatro puntos más a ese alumno, quien desde este momento tiene una calificación de menos nueve puntos.

Profesor Y. Así se hace, profesor, aunque sean sus alumnos. Con los míos yo hago lo mismo. Sobre todo cuando veo en esa redacción cosas como esta: no posee un inicio, no se percibe el nudo y tampoco termina en un desenlace. Esa es una falta grave en cualquier tipo de comunicación, carecer de introducción, el desarrollo y la conclusión. Eso solamente merece que a ese alumno se le quite cinco puntos más, porque sin esquema de composición, sencillamente no es posible comunicar.

Profesor X. Pero, fíjese profesor, que a ese muchacho le hemos quitado los diez puntos de la composición, y luego menos nueve. Entonces, con ese tamaño error que representa no seguir un esquema de composición, su déficit aumentaría a menos catorce. ¿No será eso una exageración? Le hemos quitado un total de diecinueve puntos.

Profesor Y. Yo se lo dije, profesor, que el buen uso de la lengua es difícil, y redactar mucho más. Su alumno no solo reprobó, sino que, debiendo catorce puntos, todavía no termina la corrección. Ahora observo, quizás la falta más grave de esta composición: la situación de comunicación. No se sabe cuándo, dónde y a quién alude la narración. No hay idea del país y la cultura en que se sitúa. Por el estilo empleado, si a eso puede llamarse estilo, no se advierte bien el destinatario. A veces, es culto, con palabras rebuscadas, a veces muy populares y hasta vulgares. Tanto parece que es lengua oral, tanto que es escrita. Y quien redacta mezcla las personas, no sabiéndose si el texto fue redactado en primera o en tercera persona. Incluso emplea la segunda, cuando dice: “Tú sabes que uno no resiste el hambre cuando es joven, por eso, ellos, nosotros no paramos de comer en vacaciones, yo hice lo mismo”. ¿Qué pasará con ese alumno si sigue redactando así? ¿Qué será de él?

Profesor X. Lo mismo que debe pasar con todos los hablantes. Tener conciencia de que la lengua se estudia como ciencia y se usa como arte. Es preciso describir, aun sea brevemente, ese doble estatus de un mismo fenómeno. Ciencia es abstracción, conceptualización, clasificación; análisis y síntesis. Arte es uso, instrumentación, aplicación, actividad e impacto.

Desde la perspectiva de las ciencias del lenguaje, el conocimiento de la lengua se centra, en forma abstracta, en las funciones representativas y designativas en tanto que es sistema de signos. Pero, desde el punto de vista de las artes del lenguaje, esas funciones se concretan, desembocan, como meta y fin de la lengua, en el discurso. Éste, a su vez, se particulariza en el producto más concreto de la comunicación lingüística: el texto en sus diversos géneros, tipos y manifestaciones. Textos orales y escritos en forma pasiva, o comprensión, y en forma activa o producción; de carácter literario y no literario.

Como arte, la lengua remite al uso y a los usuarios; como ciencia, al conocimiento sistemático del amplio campo del lenguaje a cargo de diversas disciplinas, entre las cuales se destaca la lingüística

Como ciencia, la lengua es conceptuada y analizada en sus partes, luego reconstruida como sistema. Por ejemplo la palabra, en general, el léxico, el vocabulario, puede ser observada como abstracción, nivel de análisis, unidad lingüística, parte de un sistema. En ese sentido, forma parte de la dimensión morfológica de la lengua; pero como arte, el léxico se concreta en la manifestación reducida del número, la clase y el uso de las palabras seleccionadas por un hablante en una situación, en un contexto, en un texto.

Profesor Y. Yo abordo así, en mi clase de español, la enseñanza de la lengua como uso: destrezas, habilidades, competencias. Y se orienta el tratamiento a la consideración de las capacidades básicas que todos los hablantes de una lengua deben aprender, desarrollar y dominar en los diferentes contextos y situaciones de la comunicación verbal: comprensión oral y expresión o producción oral, comprensión escrita y expresión o producción escrita.

Además de esas artes fundamentales e integrales en las que funciona la palabra, el léxico, el vocabulario, en tanto que arte particular de las capacidades básicas, existen otras, auxiliares y parciales, de valor normativo: la prosodia, la ortografía y la gramática. Esos aspectos son otras tantas dimensiones en las que se manifiesta la palabra como apoyo a las artes básicas del lenguaje. Como la palabra misma, esas artes auxiliares son formas y recursos al servicio de las artes del lenguaje. Su conocimiento, uso y aprendizaje adecuados solo es posible en el proceso de uso y aprendizaje de la lengua a través de: escuchar, hablar, leer y escribir.

Profesor X. Muy bien profesor, usted y yo estamos de acuerdo. Y es normal que así sea, pues seguimos el mismo enfoque funcional y comunicativo del currículo de Lengua Española. El enfoque que planteamos a los alumnos es el de la palabra como arte en su más amplio sentido, dentro de las denominadas artes del lenguaje: escuchar, hablar, leer y escribir.

Lo que pasa es que, al parecer, ese enfoque y nuestras teorías no son comprendidos ni aplicados por los estudiantes. Nuestra evaluación debe tomar en cuenta esa realidad, y por eso le propongo, profesor, dejar sin efecto la calificación asignada a ese alumno y dar una reposición a todo el cuarto del bachillerato en lectura y redacción, a ver si mejoran el uso de la lengua.

Profesor Y. Así sea, profesor. Manos a la obra.

 



Cortesía: Diario Libre

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