“Google cambió la
experiencia frente a los saberes”
El vínculo entre comunicación y educación; la manera en que las nuevas
tecnologías impactan más que en la adquisición de conocimientos en la forma de
socialización de niños y jóvenes; el rol que le cabe a la escuela para formar
estudiantes capaces de leer críticamente el mundo que les rodea, analizados, en
una de sus últimas entrevistas, por el pedagogo y comunicador Jorge Huergo.
“Hay que
investigar cuál es el impacto que programas como Conectar-Igualdad están
teniendo en términos de apropiación de conocimientos, de construcción de
reconocimiento mutuo, de socialidad, porque se habla mucho de oído, hay mucho
de hipótesis, de suposiciones superficiales de investigadores que no ponen un
pie en la escuela”. Con esta afirmación arrancaba la entrevista al profesor en
Filosofía y Pedagogía, magíster en Planificación y Gestión de la Comunicación,
Jorge Huergo, fallecido imprevistamente en el mes de enero, cuando se le
preguntaba de qué manera se modificaron las prácticas con la incorporación de
las netbook en las instituciones educativas. Para quien fuera
docente e investigador de la Universidad Nacional de la Plata y ex director de
Educación Superior de la provincia de Buenos Aires, la escuela tiene el desafío
de “incrementar los modos de comprender el mundo”.
– ¿Cómo considera que se encuentra en la actualidad el vínculo entre
comunicación y educación?
–Se ha hecho mucho más complejo, porque refiere a la
vez a tres cuestiones distintas. En primer lugar, a todo lo relacionado con la
transmisión de los saberes, a los lenguajes, códigos, valores, conocimientos
previos que se ponen en juego desde el punto de vista didáctico. Segundo, hace
referencia a la multiplicación del espacio comunicacional, en el que
organizaciones, núcleos y factores son o tienen un carácter formativo que
muchas veces interpelan al de la propia institución escolar. Y la última
cuestión a la que se hace referencia es a la relación entre medios o
tecnologías y la escuela; esto es a las formas de trabajar y experimentar con
las tecnologías de la información y la comunicación (TIC). Allí se produce una
novedad que tiene que ver con cómo nos posicionamos desde los espacios de educación
sistemática, desde las instituciones educativas y desde la propia práctica
docente con respecto a las tecnologías y en cuanto a la relación que los
propios niños y adolescentes establecen con ellas. Ahí se abre una cuestión muy
desafiante que es cómo pensamos una educación pública en el sentido de que
abra, incremente y amplíe el espacio público habida cuenta de las
modificaciones que están produciendo continuamente las TIC.
– ¿Cómo sería eso?
–Lo distintivo de lo público es esa posibilidad de
discutir posicionamientos, representaciones, saberes y toma de decisiones,
referidos a las cosas comunes. Lo que le interesa a la educación es si esto que
denominamos circulación y apropiación de información en la red es una de las
dimensiones de lo público; en qué sentido significa una construcción de
conocimiento. Porque no es lo mismo información que conocimiento; o que sepamos
manejar las tecnologías e Internet, que leer el mundo en que vivimos. Uno de
los desafíos fundamentales para la educación es aportar para desarrollar,
ampliar, cuestionar incluso, los modos que tenemos de comprender el mundo: de
poder leerlo pero también escribirlo. El filósofo alemán Martín Heidegger decía
que difícilmente se pueda intervenir sobre algo que no se comprende. Para actuar
como ciudadanos tenemos que ir incrementando los modos de entender la realidad.
A los docentes a veces nos resulta difícil: solemos replegarnos sobre lo
conocido. Si vivimos añorando aquello que no es, difícilmente podamos
inscribirnos en esta época de cambios demasiados vertiginosos.
Espacios de reflexión
Para el especialista en comunicación, la
imposibilidad de acompañar las transformaciones sociales está vinculada a la
“dificultad de inscribir espacios de reflexión sobre la práctica”. “Trabajamos
con ensayo y error, muchas veces con recetas que a otros les dan resultados con
un sentido bastante pragmático, pero no se ha hecho carne que es una cuestión
institucional: somos nosotros, los sujetos de la educación los que tenemos que
darnos esos espacios para pensar lo que hacemos, cuestionarlo, poder desafiarnos.
Como decía Simón Rodríguez, el maestro de Simón Bolívar: ‘O inventamos o
erramos’”, argumenta.
– ¿La clave está en la invención?
–Sí, esto no quiere decir ‘improvisamos’. Hablamos
de la invención en el sentido de lo creativo, de lo que de algún modo rompe con
esos esquemas que a nosotros nos parecen naturales en el trabajo docente y que
son construidos. Hay que cambiar la didáctica, que no es ya la centrada en el
texto; si no, también corremos el riesgo de que la tecnología se subsuma, sea
cooptada por la lógica escritural. Uno ve frecuentemente que los docentes
recurren a lo que saben, que es trabajar con el apunte, con el libro. Entonces,
pareciera que lo único que yo puedo hacer con una netbook es
eso.
–Hacer un dictado en la netbook es
lo mismo que hacerlo en el cuaderno…
–Exacto, es un libro en pantalla. Tenemos que
aprender a trabajar con las potencialidades culturales de la tecnología, no
sólo como consumidores sino como coproductores. También Internet, por ejemplo,
nos da la posibilidad de construir conocimiento, estéticas, socialidad, de
producir. El docente es un trabajador cultural y debe educar no para una
cultura pretérita, sino para una en movimiento.
–Y aceptar que hay cuestiones en las que puede no saber…
–Tenemos que aprender que gran parte de la
circulación por las tecnologías está ligada con la posibilidad de tener errores
y que no pasa nada. Muchos maestros hemos sido formados con esto del deber ser,
que nos pesa tanto y no podemos decir “No, de esto no sé”. Eso también tiene
como contracara que le podemos pifiar en el tema de cómo
hacemos el acompañamiento para la búsqueda de la información que hacen los
pibes, que además se meten como pez en el agua en los circuitos que tienen que
ver con la tecnología y con la red. Entonces me parece que ahí hay una cuestión
que va más allá de los aspectos técnicos, son cuestiones pedagógicas,
culturales, que tenemos que empezar a trabajar desde algún lugar.
– ¿De qué manera las tecnologías han cambiado la relación con el
saber, además del hecho de que el docente ya no es el único que lo posee?
–Hay un escritor italiano, Alessandro Baricco, que
habla del cambio que ha producido fundamentalmente Google en términos de
circulación o de experiencia respecto de los saberes. Él dice: “Nosotros –yo me
incluyo– nos manejábamos con el saber como buceadores. El buzo se para en un
punto y va en profundidad”. Yo estudié Filosofía. Me acuerdo que en tercer año
me leí la obra completa de Kant para trabajar un tema en particular. Uno iba a
la profundidad. En cambio los jóvenes, dice Baricco, se manejan como surfistas:
por la superficie y a velocidad. Lo que él se pregunta –que es un interrogante
que para mí es muy relevante– es: ¿hay un tipo de saber que es mejor que el
otro?, ¿hay uno que es superior y otro inferior? O tenemos que admitir que los
dos existen y trabajar con esa tensión.
– ¿Cómo se hace con esa tensión?
–Cuando estoy con los maestros, con los formadores
de docentes sobre todo, yo propongo trabajar con la idea de la cinta de
Moebius: esa cinta que le damos vuelta una de las puntas y al pegarla nos
encontramos que ya no tiene dos planos sino uno solo, que no hay arriba ni
abajo, no hay superior ni inferior. Entonces a mí me parece que esto es clave,
poder percibir la realidad de otra manera. Esto es tremendamente desafiante y
es algo para lo cual los manuales ya no nos sirven y a veces el conocimiento
pedagógico que está demasiado centrado en la lógica de la escuela, tampoco. Son
más útiles los estudios que tienen que ver con la cultura, con la complejidad,
hay que abrir este pensamiento y empezar a ver de qué manera esto se pone en
diálogo con nuestras prácticas.
Más agencias productoras
Más allá de cuál sea la experiencia que uno
mantenga con el saber, como buceador o surfista, el gran tema hoy en día es
cómo circulan los conocimientos en la sociedad: “Las agencias de producción de
saberes –algunas impensables– se han multiplicado; se han deslocalizado, pero
también se han igualado desde el punto de vista de la percepción social. Uno
podría suponer que continúan teniendo prestigio las viejas instituciones como
las que tienen que ver con el saber científico, pero habría que ver también
cuáles resultan más interpeladoras para los consumidores, para los receptores”.
– ¿Qué consecuencias tiene que las agencias de producción de saberes
se hayan igualado?
–Frente a eso, los docentes nos preguntamos qué
hacemos acá, cuál es nuestro rol, qué tipo de prácticas tenemos que
desarrollar, si estamos preparados. Hay algo ahí que uno puede decir que es
paralizante pero también es muy desafiante. Estaría muy bueno animarnos a
formar espacios donde discutamos nuevas coordenadas para una nueva pedagogía.
– ¿Esta mayor igualdad en la producción implica una democratización
del saber: llega a más gente el conocimiento o sólo circula mucha información?
–Esa es una tarea que nos debemos. Hay modos de
comprensión del mundo en el que vivimos que son sumamente ingenuos, que
reproducen directamente alguna de las imágenes que presentan los medios de
comunicación o las tecnologías. Ahí sí hay un trabajo vinculado con la formación
ciudadana: ¿con qué herramientas y con qué procedimientos podemos hacer más
complejas nuestras lecturas? El mundo ya no aguanta esas miradas simplistas, de
causas y efectos…
– ¿Cómo ve a la relación de los jóvenes con las tecnologías y el saber,
con la manera en que interpelan a la escuela y plantean que muchas veces se
aburren?
–Nosotros trabajamos mucho con establecimientos
marginales, suburbanos, de la ciudad de La Plata y lo que uno ve con respecto a
la tarea de la escuela, en primer lugar, es una especie de descentramiento del
papel educativo de la sociedad: ya no está tan fuertemente en las instituciones
escolares sino otros polos sociales. Muchas veces los pibes se sienten más
movidos, por ejemplo, por un piquete que organiza el barrio que por cualquier
actividad que propone la escuela. Y a la escuela le cuesta mucho comprender
esto de las identificaciones que tienen los niños y los jóvenes, que a veces no
sólo pasan por los medios sino por otras formas de organización que se dan en
la sociedad. Por otro lado, lo que veo respecto de las tecnologías es que se ha
producido un incremento de la socialidad –a veces irrefrenable–, de nuevas
formas del lazo social y esto no está suficientemente investigado.
–A través de las redes sociales fundamentalmente…
–Mi hipótesis es que el mayor impacto que ha tenido
el acceso a la tecnología en los jóvenes se ha producido en las formas de
relacionarse más que en lo escolar. Uno lo que ve inmediatamente es cómo se
incrementa el espacio público. Hay algo allí que es bastante novedoso y que
tiene que ver con la ampliación del mundo de la vida que, en definitiva, tiene
un carácter educativo central. Entonces, uno dice, hay impactos, hay
movimientos, hay transformaciones que se van produciendo que todavía no las estamos
investigando suficientemente.
–Pensando también cómo se han modificado las formas tradicionales de
escritura con el mail, el chat, el mensaje de texto,
¿eso ha impactado al interior de la escuela?
–Totalmente. Igualmente la hipótesis de las
diferencias en las formas de leer que tienen los docentes y los alumnos uno se
va dando cuenta que no es tal y que cuando los adultos reclaman por la falta de
lectura de sus hijos o sus alumnos, por lo general, uno se encuentra con que no
son ni maestros ni padres lectores. En realidad lo que hay es una suposición de
que alrededor de la educación escolar tiene que pasar la lectura, pero no
estamos incrementando espacios de lectura para nosotros mismos. A veces los chicos
no escriben, pero los padres escriben nada más que la lista para ir hacer las
compras.
–Si lo que producen las tecnologías está más vinculado a la
socialidad que a los aprendizajes, ¿cómo interpela esto a la escuela?
–Para mí lo que tenemos que hacer es empezar a
situar, registrar el problema, en su dimensión, en su complejidad. Si nosotros
pretendemos sólo reproducir la pedagogía escolar como la hemos conocido, me
parece que le estamos errando. La mayoría de los docentes de hoy han nacido en
una cultura digital: tienen Facebook, usan Internet, elmail.
¿Qué es lo que pasa? Que tienen inscripto en la piel que la educación tiene que
estar separada de la vida. El abismo no es en términos del tipo de sujetos que
somos sino más vale en términos de lo que entendemos que debe hacer la
educación.
Fuente: SABERES.