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domingo, 14 de junio de 2015

“Google cambió la experiencia frente a los saberes”

El vínculo entre comunicación y educación; la manera en que las nuevas tecnologías impactan más que en la adquisición de conocimientos en la forma de socialización de niños y jóvenes; el rol que le cabe a la escuela para formar estudiantes capaces de leer críticamente el mundo que les rodea, analizados, en una de sus últimas entrevistas, por el pedagogo y comunicador Jorge Huergo.

“Hay que investigar cuál es el impacto que programas como Conectar-Igualdad están teniendo en términos de apropiación de conocimientos, de construcción de reconocimiento mutuo, de socialidad, porque se habla mucho de oído, hay mucho de hipótesis, de suposiciones superficiales de investigadores que no ponen un pie en la escuela”. Con esta afirmación arrancaba la entrevista al profesor en Filosofía y Pedagogía, magíster en Planificación y Gestión de la Comunicación, Jorge Huergo, fallecido imprevistamente en el mes de enero, cuando se le preguntaba de qué manera se modificaron las prácticas con la incorporación de las netbook en las instituciones educativas. Para quien fuera docente e investigador de la Universidad Nacional de la Plata y ex director de Educación Superior de la provincia de Buenos Aires, la escuela tiene el desafío de “incrementar los modos de comprender el mundo”.

¿Cómo considera que se encuentra en la actualidad el vínculo entre comunicación y educación?
Se ha hecho mucho más complejo, porque refiere a la vez a tres cuestiones distintas. En primer lugar, a todo lo relacionado con la transmisión de los saberes, a los lenguajes, códigos, valores, conocimientos previos que se ponen en juego desde el punto de vista didáctico. Segundo, hace referencia a la multiplicación del espacio comunicacional, en el que organizaciones, núcleos y factores son o tienen un carácter formativo que muchas veces interpelan al de la propia institución escolar. Y la última cuestión a la que se hace referencia es a la relación entre medios o tecnologías y la escuela; esto es a las formas de trabajar y experimentar con las tecnologías de la información y la comunicación (TIC). Allí se produce una novedad que tiene que ver con cómo nos posicionamos desde los espacios de educación sistemática, desde las instituciones educativas y desde la propia práctica docente con respecto a las tecnologías y en cuanto a la relación que los propios niños y adolescentes establecen con ellas. Ahí se abre una cuestión muy desafiante que es cómo pensamos una educación pública en el sentido de que abra, incremente y amplíe el espacio público habida cuenta de las modificaciones que están produciendo continuamente las TIC.

¿Cómo sería eso?
Lo distintivo de lo público es esa posibilidad de discutir posicionamientos, representaciones, saberes y toma de decisiones, referidos a las cosas comunes. Lo que le interesa a la educación es si esto que denominamos circulación y apropiación de información en la red es una de las dimensiones de lo público; en qué sentido significa una construcción de conocimiento. Porque no es lo mismo información que conocimiento; o que sepamos manejar las tecnologías e Internet, que leer el mundo en que vivimos. Uno de los desafíos fundamentales para la educación es aportar para desarrollar, ampliar, cuestionar incluso, los modos que tenemos de comprender el mundo: de poder leerlo pero también escribirlo. El filósofo alemán Martín Heidegger decía que difícilmente se pueda intervenir sobre algo que no se comprende. Para actuar como ciudadanos tenemos que ir incrementando los modos de entender la realidad. A los docentes a veces nos resulta difícil: solemos replegarnos sobre lo conocido. Si vivimos añorando aquello que no es, difícilmente podamos inscribirnos en esta época de cambios demasiados vertiginosos.

Espacios de reflexión
Para el especialista en comunicación, la imposibilidad de acompañar las transformaciones sociales está vinculada a la “dificultad de inscribir espacios de reflexión sobre la práctica”. “Trabajamos con ensayo y error, muchas veces con recetas que a otros les dan resultados con un sentido bastante pragmático, pero no se ha hecho carne que es una cuestión institucional: somos nosotros, los sujetos de la educación los que tenemos que darnos esos espacios para pensar lo que hacemos, cuestionarlo, poder desafiarnos. Como decía Simón Rodríguez, el maestro de Simón Bolívar: ‘O inventamos o erramos’”, argumenta.
¿La clave está en la invención?
Sí, esto no quiere decir ‘improvisamos’. Hablamos de la invención en el sentido de lo creativo, de lo que de algún modo rompe con esos esquemas que a nosotros nos parecen naturales en el trabajo docente y que son construidos. Hay que cambiar la didáctica, que no es ya la centrada en el texto; si no, también corremos el riesgo de que la tecnología se subsuma, sea cooptada por la lógica escritural. Uno ve frecuentemente que los docentes recurren a lo que saben, que es trabajar con el apunte, con el libro. Entonces, pareciera que lo único que yo puedo hacer con una netbook es eso.

–Hacer un dictado en la netbook es lo mismo que hacerlo en el cuaderno…
Exacto, es un libro en pantalla. Tenemos que aprender a trabajar con las potencialidades culturales de la tecnología, no sólo como consumidores sino como coproductores. También Internet, por ejemplo, nos da la posibilidad de construir conocimiento, estéticas, socialidad, de producir. El docente es un trabajador cultural y debe educar no para una cultura pretérita, sino para una en movimiento.

Y aceptar que hay cuestiones en las que puede no saber…
Tenemos que aprender que gran parte de la circulación por las tecnologías está ligada con la posibilidad de tener errores y que no pasa nada. Muchos maestros hemos sido formados con esto del deber ser, que nos pesa tanto y no podemos decir “No, de esto no sé”. Eso también tiene como contracara que le podemos pifiar en el tema de cómo hacemos el acompañamiento para la búsqueda de la información que hacen los pibes, que además se meten como pez en el agua en los circuitos que tienen que ver con la tecnología y con la red. Entonces me parece que ahí hay una cuestión que va más allá de los aspectos técnicos, son cuestiones pedagógicas, culturales, que tenemos que empezar a trabajar desde algún lugar.

¿De qué manera las tecnologías han cambiado la relación con el saber, además del hecho de que el docente ya no es el único que lo posee?
Hay un escritor italiano, Alessandro Baricco, que habla del cambio que ha producido fundamentalmente Google en términos de circulación o de experiencia respecto de los saberes. Él dice: “Nosotros –yo me incluyo– nos manejábamos con el saber como buceadores. El buzo se para en un punto y va en profundidad”. Yo estudié Filosofía. Me acuerdo que en tercer año me leí la obra completa de Kant para trabajar un tema en particular. Uno iba a la profundidad. En cambio los jóvenes, dice Baricco, se manejan como surfistas: por la superficie y a velocidad. Lo que él se pregunta –que es un interrogante que para mí es muy relevante– es: ¿hay un tipo de saber que es mejor que el otro?, ¿hay uno que es superior y otro inferior? O tenemos que admitir que los dos existen y trabajar con esa tensión.

¿Cómo se hace con esa tensión?
Cuando estoy con los maestros, con los formadores de docentes sobre todo, yo propongo trabajar con la idea de la cinta de Moebius: esa cinta que le damos vuelta una de las puntas y al pegarla nos encontramos que ya no tiene dos planos sino uno solo, que no hay arriba ni abajo, no hay superior ni inferior. Entonces a mí me parece que esto es clave, poder percibir la realidad de otra manera. Esto es tremendamente desafiante y es algo para lo cual los manuales ya no nos sirven y a veces el conocimiento pedagógico que está demasiado centrado en la lógica de la escuela, tampoco. Son más útiles los estudios que tienen que ver con la cultura, con la complejidad, hay que abrir este pensamiento y empezar a ver de qué manera esto se pone en diálogo con nuestras prácticas.


Más agencias productoras
Más allá de cuál sea la experiencia que uno mantenga con el saber, como buceador o surfista, el gran tema hoy en día es cómo circulan los conocimientos en la sociedad: “Las agencias de producción de saberes –algunas impensables– se han multiplicado; se han deslocalizado, pero también se han igualado desde el punto de vista de la percepción social. Uno podría suponer que continúan teniendo prestigio las viejas instituciones como las que tienen que ver con el saber científico, pero habría que ver también cuáles resultan más interpeladoras para los consumidores, para los receptores”.
¿Qué consecuencias tiene que las agencias de producción de saberes se hayan igualado?
Frente a eso, los docentes nos preguntamos qué hacemos acá, cuál es nuestro rol, qué tipo de prácticas tenemos que desarrollar, si estamos preparados. Hay algo ahí que uno puede decir que es paralizante pero también es muy desafiante. Estaría muy bueno animarnos a formar espacios donde discutamos nuevas coordenadas para una nueva pedagogía.

¿Esta mayor igualdad en la producción implica una democratización del saber: llega a más gente el conocimiento o sólo circula mucha información?
Esa es una tarea que nos debemos. Hay modos de comprensión del mundo en el que vivimos que son sumamente ingenuos, que reproducen directamente alguna de las imágenes que presentan los medios de comunicación o las tecnologías. Ahí sí hay un trabajo vinculado con la formación ciudadana: ¿con qué herramientas y con qué procedimientos podemos hacer más complejas nuestras lecturas? El mundo ya no aguanta esas miradas simplistas, de causas y efectos…

– ¿Cómo ve a la relación de los jóvenes con las tecnologías y el saber, con la manera en que interpelan a la escuela y plantean que muchas veces se aburren?
Nosotros trabajamos mucho con establecimientos marginales, suburbanos, de la ciudad de La Plata y lo que uno ve con respecto a la tarea de la escuela, en primer lugar, es una especie de descentramiento del papel educativo de la sociedad: ya no está tan fuertemente en las instituciones escolares sino otros polos sociales. Muchas veces los pibes se sienten más movidos, por ejemplo, por un piquete que organiza el barrio que por cualquier actividad que propone la escuela. Y a la escuela le cuesta mucho comprender esto de las identificaciones que tienen los niños y los jóvenes, que a veces no sólo pasan por los medios sino por otras formas de organización que se dan en la sociedad. Por otro lado, lo que veo respecto de las tecnologías es que se ha producido un incremento de la socialidad –a veces irrefrenable–, de nuevas formas del lazo social y esto no está suficientemente investigado.

–A través de las redes sociales fundamentalmente…
Mi hipótesis es que el mayor impacto que ha tenido el acceso a la tecnología en los jóvenes se ha producido en las formas de relacionarse más que en lo escolar. Uno lo que ve inmediatamente es cómo se incrementa el espacio público. Hay algo allí que es bastante novedoso y que tiene que ver con la ampliación del mundo de la vida que, en definitiva, tiene un carácter educativo central. Entonces, uno dice, hay impactos, hay movimientos, hay transformaciones que se van produciendo que todavía no las estamos investigando suficientemente.

Pensando también cómo se han modificado las formas tradicionales de escritura con el mail, el chat, el mensaje de texto, ¿eso ha impactado al interior de la escuela?
Totalmente. Igualmente la hipótesis de las diferencias en las formas de leer que tienen los docentes y los alumnos uno se va dando cuenta que no es tal y que cuando los adultos reclaman por la falta de lectura de sus hijos o sus alumnos, por lo general, uno se encuentra con que no son ni maestros ni padres lectores. En realidad lo que hay es una suposición de que alrededor de la educación escolar tiene que pasar la lectura, pero no estamos incrementando espacios de lectura para nosotros mismos. A veces los chicos no escriben, pero los padres escriben nada más que la lista para ir hacer las compras.


Si lo que producen las tecnologías está más vinculado a la socialidad que a los aprendizajes, ¿cómo interpela esto a la escuela?
Para mí lo que tenemos que hacer es empezar a situar, registrar el problema, en su dimensión, en su complejidad. Si nosotros pretendemos sólo reproducir la pedagogía escolar como la hemos conocido, me parece que le estamos errando. La mayoría de los docentes de hoy han nacido en una cultura digital: tienen Facebook, usan Internet, elmail. ¿Qué es lo que pasa? Que tienen inscripto en la piel que la educación tiene que estar separada de la vida. El abismo no es en términos del tipo de sujetos que somos sino más vale en términos de lo que entendemos que debe hacer la educación.

Fuente: SABERES.



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