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domingo, 16 de junio de 2013


Errores de padres en su afán por que sus hijos lean.


Por qué a muchos niños no les gusta leer? Quizá toda la culpa no la tengan la televisión y las consolas.

«Haced lo que queráis, porque de todas maneras lo haréis mal», decía Sigmund Freud a las madres. Quizá fuera demasiado extremo, pero lo cierto es que con toda la buena voluntad del mundo, a veces los padres se equivocan. Todos querrían ver a sus hijos devorando libros y disfrutando al leer mientras aprenden sobre mil y un asuntos, pero en su empeño por fomentar la lectura, el tiro les sale por la culata. ¿Qué falla?

No «hay que leer». Ya lo decía el escritor francés y profesor de literatura Daniel Pennac en el ensayo «Como una novela» con el que lleva abriendo la mente a muchos padres y educadores desde hace 20 años: el verbo leer, como el amar o el soñar, «no soporta el imperativo». Leer es un derecho, no un deber. Es inútil obligar a leer y además resulta contraproducente porque no se transmite una afición por la fuerza.

No se contagia un «virus» que no se tiene. Si los padres no leen o sus hijos no les ven leer, difícilmente podrán convencerles de que se lo van a pasar bien leyendo. Las personas a las que les gusta leer normalmente han tenido algún familiar que les ha transmitido la pasión por los libros. La falta de tiempo no es excusa porque cuando algo realmente se quiere, se busca el tiempo, insiste Pennac.

La lectura, no siempre en soledad. Leer a un niño «es una práctica fundamental, tal vez la más importante y eficaz sobre todo con los niños que tienen dificultades para leer y les cuesta un gran esfuerzo», señala el maestro, licenciado en Historia y logopeda Pablo Pascual Sorribas. Al escuchar a sus padres, comprenden mejor el mensaje y disfrutan con la historia.

¿...y por qué en silencio? «¡Extraña desaparición la de la lectura en voz alta. ¿Qué habría pensado de esto Dostoievski? ¿Y Flaubert? ¿Ya no tenemos derecho a meternos las palabras en la boca antes de clavárnoslas en la cabeza? ¿Ya no hay oído? ¿Ya no hay música? ¿Ya no hay saliva? ¿Las palabras ya no tienen sabor? ¡Y qué más! ¿Acaso Flaubert no se gritó su Bovary hasta reventarse los tímpanos? ¿Acaso no es el más indicado para saber que la comprensión del texto pasa por el sonido de las palabras de donde sacan todo su sentido?», escribía Pennac.

No al constante «¿qué has leído?». Examinar a los niños de cada capítulo o cada libro convierte un placer en un examen, con la ansiedad que de ello se deriva. Conversar sobre un libro que se ha leído fomenta la lectura, siempre que el niño no se siente como en un banquillo. Es el «derecho a callarse» de todo lector, porque ¿a quién no le molesta que le pregunten qué ha entendido?

No a los clásicos por obligación. La escritora Ángeles Caso describía en el artículo «Lectores del siglo XXI» cómo se enamoró de la literatura: «No recuerdo que me padre me negase nunca un libro. Ni por bueno ni por malo, ni por demasiado sencillo ni por demasiado complicado, ni por moral ni por inmoral. En mi casa leíamos con la misma fruición los «Cuentos del conde Lucanor» y las historietas de Tintín, el «Poema del Cid» y las trastadas de Guillermo Brown...». Y añadía: «Si alguna vez le devolví un libro sin terminarlo, lo recogió con la misma sonrisa con que me lo había entregado, sin hacerme sentir culpable o tonta por mi desinterés». Los padres pueden alentar y estimular, pero los lectores tienen derecho a elegir.

No al «hasta que no lo acabes, no hay televisión». La televisión se convierte así en un premio y la lectura en un trabajo, en el peaje necesario hasta la tele, una contradicción. Y puede ser la tele, o la consola...

Miguel de Cervantes decía: «El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho». No pongamos zancadillas.

 
Los diez derechos del lector

El escritor y profesor francés Daniel Pennac recoge en «Como una novela» (Anagrama) el decálogo de los derechos del lector:

El derecho de no leer un libro.

El derecho de saltar las páginas.

El derecho de no terminar un libro.

El derecho de releer.

El derecho de leer lo que sea.

El derecho al Bovaryismo (enfermedad textual transmisible).

El derecho de leer donde sea.

El derecho de buscar libros, abrirlos en donde sea y leer un pedazo.

El derecho de leer en voz alta.

El derecho de callarse.

 

 

Cortesías: Leer.es.

sábado, 15 de junio de 2013

EDUCACION

Un informe explica la fórmula de Shanghai para transformar las peores escuelas.


Ben Jensen define en un nuevo trabajo los cuatro pasos del programa de gestión empoderada’, una iniciativa china que empareja escuelas de alto y bajo rendimiento para revertir sus resultados en dos años.

De Shanghai, más que su buena nota en PISA (sus estudiantes de 15 años están 30 meses por encima en Matemáticas, 23 meses en Ciencias y 20 meses en comprensión lectora que la media de la Unión Europea, según la última evaluación internacional de 2009), lo que realmente llama la atención es su estrecha brecha de rendimiento entre los mejores y los peores alumnos (de 204 puntos, respecto a los 241 de media de las 34 naciones de la OCDE o los 253 de los Estados Unidos). Es más, el 10% de los peores estudiantes de matemáticas en Shanghai cuenta con un nivel 28 meses superior al de sus pares en EE.UU y estos muestran una menor desigualdad de rendimiento tanto si se compara a los alumnos de un mismo centro, como a los centros entre sí. Lo explica el informeCambio radical escolar en Shanghai, un trabajo del instituto educativo Centro para el Progreso Americano (CAP), que se centra en la apuesta por la equidad de este sistema asiático. Señala a una iniciativa en concreto: el llamado ‘Programa de gestión empoderada’.
Ben Jensen, co-autor de este informe, junto a Joanna Farmer, explica por correo electrónico a ESCUELA, que supo de esta iniciativa a raíz de varios viajes a Shanghai, que realizó en los últimos cinco años con proyectos educativos. Allí, no solo identificó sus ingredientes de éxito sino que podían exportarse sin problema: “Este programa puede implantarse fácilmente en Occidente porque no existen elementos que sean específicos de Shanghai, es más, los políticos chinos que lo desarrollaron se basaron en una una iniciativa similar que observaron en Inglaterra cuando intentaban aprender de su sistema”, apunta. Es una medida relativamente nueva, a penas tiene una década, y en ella han participado unos 100 colegios, por lo que no existen análisis estadísticos de su resultado –PISA mide los centros indistintamente, no solo estos– “pero los políticos, en todos los niveles educativos, lo consideran efectivo para afrontar las desigualdades y mejorar las escuelas de bajo rendimiento”, asegura Jensen.
El ‘Programa de gestión empoderada’ de Shanghai, la ciudad más poblada de China y una de las más pobladas del mundo, surgió, explica el estudio, como respuesta a la preocupación del gobierno por la calidad de algunas escuelas, en especial, en los nuevos suburbios.
En poco más de una década, la población de Shanghai se había disparado de 16,7 millones de personas en 2000 a 23 millones en 2010, lo que se tradujo en una fuerte presión en su infraestructura y servicios. La hipótesis que utilizó Shanghai era sencilla, si había escuelas que funcionaban mal y otras que lo hacían bien, por qué no hacer aquello que resultaba en los centros con más problemas.
Para ello, solo hacían falta: dos años, la voluntad de la Administración, centros y docentes y cuatro pasos concretos: identificar las escuelas de bajo y de alto rendimiento; establecer acuerdos contractuales con las escuelas; tomar las medidas necesarias para convertir las escuelas con dificultades y medir los resultados a través de acuerdos de evaluación y rendición de cuentas. Jensen y Farmer examinan cada uno de ellos, con detalle.

PASO 1. Identificar las escuelas
Antes de iniciar el intercambio de profesores y director, el primer paso es identificar las escuelas de alto y bajo rendimiento, es decir, las que pueden ayudar y las que necesitan ayuda. Hay varios factores que utiliza este programa para ello, que principalmente radican en el distrito escolar. Primero es el análisis de datos sobre el rendimiento de los alumnos que se complementa con visitas de los oficiales del distrito a los centros. También se tienen en cuenta iniciativas tales como premios de desarrollo profesional, las conexiones con la comunidad y las actividades extracurriculares. Un segundo factor es el seguimiento, seguido del emparejamiento de habilidades y por último, la valoración de que la escuela que servirá de apoyo tiene la capacidad de ayudar a la otra sin comprometer su propio rendimiento.

PASO 2. Establecer acuerdos
 Una vez identificadas las escuelas, los centros de alto rendimiento firman un contrato con la jurisdicción responsable, que es normalmente el distrito escolar de la escuela de bajo rendimiento. Si se trata de centros de varios distritos, lo firman con el municipio. El contrato estipula los requisitos de la escuela de alto rendimiento y el soporte que la jurisdicción proveerá. Los requisitos incluyen algunos de los objetivos de rendimiento de la escuela ‘apoyada’ y la descripción de cómo van a trabajar ambos centros juntos. Además, el contrato especificará el plazo, el coste y los mecanismos de evaluación que se utilizarán. La duración es normalmente de dos años, aunque en algunos casos, pueden durar hasta cinco, si todas las partes están de acuerdo. Este plazo se fundamenta en dos factores: primero, en que dos años es el período en el que una escuela normal puede experimentar cambios y segundo, en que es el tiempo en el que un centro de alto rendimiento puede ofrecer la mayoría de la ayuda. Además, se cree que este tiempo limitado “empuja la escuela ayuda a actuar de una manera proactiva”, puntualiza el estudio.

PASO 3. Tomar medidas
Cuando ya se ha establecido el contrato, el siguiente paso es tomar las medidas de transformación. Estas incluyen:
primero, la planificación del plan de estrategia y liderazgo, lo que supone que varios profesores de la escuela de alto rendimiento, conducidos por su director, establezcan un grupo de trabajo y analicen la situación actual del centro de mal rendimiento en el que van a trabajar; que identifiquen los principales problemas y proporcionen metas y objetivos claros para superarlos y que los emparejen con las cualidades de la escuela. Además, deben ser flexibles en su aplicación. El informe del CAP insiste en la importancia de que la escuela de alto rendimiento logre “la aceptación y el apoyo del personal de la escuela de bajo rendimiento”.
Segundo, las escuela de alto rendimiento creará una cultura escolar que promueva el aprendizaje productivo, aquí las actividades extracurriculares y sociales juegan un papel fundamental.
Tercero, se desarrollará un plan para mejorar la enseñanza y a cada miembro del personal se le ofrecerá un plan de desarrollo individual que esté alineado con el objetivo estratégico de la enseñanza eficaz. Su finalidad es el desarrollo de docentes eficaces que puedan liderar y desarrollar a otros profesores de la escuela.
Cuarto, a fin de conseguir el objetivo principal, que es mejorar el aprendizaje del estudiante, se evaluará el progreso de los alumnos.
Y, por último, se elaborará un plan de cooperación entre las familias y la escuela, lo que incluye actividades extraescolares y sociales y especialmente, las visitas domiciliarias, una característica de la escolarización en Shanghai, donde profesores titulares visitan el hogar de cada estudiante y discuten sus objetivos de desarrollo y aprendizaje. Dependiendo de la escuela, esto se hace normalmente una o dos veces al año.

PASO 4. Rendir cuentas.
Por último, para comprobar su eficacia, se llevan a cabo evaluaciones en el medio y al final de los acuerdos establecidos y una tercera parte, mediante las directrices establecidas por la municipalidad de Shanghai. El estudio asegura que algunos problemas como una planificación insuficiente o la resistencia del personal se identifican rápidamente, y así, los evaluadores se aseguran de que se realicen los cambios oportunos.
Y, ¿qué gana la escuela de alto rendimiento con todo esto? El programa de Shanghai también piensa en esto y establece que la diferencia que quede de los 500.000 yuanes al año (unos 62.625 euros) que ofrece el órgano responsable del acuerdo para los salarios de docentes y director y los costes del proceso, vaya a la escuela de apoyo, como incentivo. “Es una manera muy barata de abordar el bajo rendimiento en los centros y que por tanto, supone un ahorro a largo plazo. También tiene la ventaja de que, al mismo tiempo que se dirige a las escuelas con problemas, proporciona más recursos a las escuelas que funcionan”, concluye Jensen. Todos ganan.
 
Fuente: OEI.

domingo, 9 de junio de 2013




 
El uso de la tecnología en el aula para personalizar la enseñanza.

 
Las tecnologías adaptadas favorecen una enseñanza personalizada. Este es el objetivo del Proyecto de Educación Básica Interactiva (EBI), una alternativa pionera en nuestro país, que atiende las necesidades específicas de cada estudiante.
Supone un cambio al sistema de enseñanza, ya que el alumno se vuelve mucho más autónomo y el profesor establece con él una relación basada en el seguimiento y la resolución de dudas. Se aparcan las clases magistrales en favor de un aprendizaje personalizado a las necesidades de cada estudiante. En este artículo de Eroski Consumer se explica cómo conseguirlo.
Enseñanza adaptada al nivel y capacidad de cada alumno
El uso de tecnología en el aula permite introducir cambios en el modo de enseñanza y aprendizaje. El aprovechamiento de estos recursos favorece la adquisición de unas habilidades muy útiles para los alumnos en el futuro, pero sobre todo, se atienden las necesidades específicas de cada uno.
Cada alumno realiza unas tareas a través de una plataforma on line y resuelve sus dudas con el profesor de manera individual Se realiza un diagnóstico previo (metas, capacidad de trabajo, actitud ante la lectura y el trabajo y situación familiar) y, a partir de los resultados, se desarrolla un plan de estudios personalizado, junto con un seguimiento y evaluación individuales.
Este plan lo definen los distintos departamentos docentes y está compuesto por ejercicios ajustados al nivel y capacidad de cada estudiante.
Desde quinto de Primaria, los alumnos cuentan con libros de texto, cuadernos y su propio ordenador portátil (netbook). A través de este dispositivo electrónico, desde el aula, se conectan a una plataforma on line y acceden a las tareas previstas en el citado plan.
Esta tecnología les permite estudiar tanto de manera individual como en grupo, de forma que el alumno "avance por sí mismo" y aprenda a trabajar en equipo.
Una vez por semana, o según determine el centro, los estudiantes se reúnen con los profesores de cada asignatura y resuelven las dudas que les hayan surgido. La evaluación es continua y de acuerdo al ritmo de cada alumno.
El plan de trabajo es individual y personalizado. Los niños disponen de un trabajo adaptado y se les hace un seguimiento individual. Este cambio en el método de enseñanza implica que las clases magistrales, en las que el profesor imparte la misma materia a todos, se sustituyan por una dinámica en la que cada alumno sigue su plan.
 
¿Cuál es el papel del profesor en este nuevo modo de enseñanza?
El rol de los docentes ha evolucionado en los últimos años. No solo han tenido y tienen que ponerse al día en el uso de las tecnologías en el aula, sino que sus tareas también han cambiado.
El profesor actúa como facilitador que anima a los estudiantes a descubrir principios por sí mismos Mediante este método de enseñanza, el profesor interactúa de manera directa con el alumno para atender sus dudas, la formación se individualiza y, de este modo, se favorece la inclusión. Es posible que estudiantes de diferentes capacidades compartan una misma clase, ya que los cambios afectan al plan de estudios individual del alumno, pero no al general del aula.
Los profesores se centran en la tarea de seguimiento de los estudiantes y les ayudan a cumplir el plan de trabajo adaptado a ellos. Sobre todo, resuelven dudas, puesto que a los niños se les facilitan las soluciones de los ejercicios, por lo que conocen si realizan bien los ejercicios o no.
Los alumnos adquieren mayor autonomía, mientras que los profesores realizan unas funciones más dinámicas con cada uno de ellos.
"El profesor actúa como facilitador que anima a los estudiantes a descubrir principios por sí mismos y a construir el conocimiento trabajando en la resolución de problemas reales o simulaciones, solos o en colaboración con otros compañeros", explican los responsables del Proyecto de Educación Básica Interactiva (EBI) donde se enmarca este método de enseñanza.
Los docentes guían el proceso de aprendizaje y evalúan el rendimiento de los alumnos a medida que avanzan, pero son estos quienes "construyen el conocimiento".
Proyecto de Educación Básica Interactiva (EBI)
 
El Proyecto de Educación Básica Interactiva (EBI) es una iniciativa pionera que, hasta ahora, se desarrolla en el Colegio Santa María la Blanca, en el barrio de Montecarmelo de Madrid.
Las líneas de trabajo que definen el proyecto son cuatro, explica el centro: "Una metodología que permite la personalización real de la enseñanza, un cambio en los roles de los docentes, una nueva concepción de los espacios educativos y la incorporación de la actividad extraescolar como parte del desarrollo y metas del estudiante".
Se pretende que el alumno adquiera un papel más activo en su propia formación El principal reto recae en los profesores, ya que los jóvenes están más acostumbrados al uso de dispositivos tecnológicos.
Por este motivo, se ha pensado en una plataforma on line de fácil manejo para todos, ya que los docentes pueden añadir el contenido que estimen oportuno para que los estudiantes lo realicen. Incluso se prevé que los padres puedan acceder a la plataforma y seguir así el trabajo de los hijos.
Se plantea un apartado específico para padres e hijos, desde donde acceder al plan de estudios, gráficos de rendimiento, comunicación directa con los profesores, observaciones y comentarios de estos, calificaciones, citas y encuentros con los docentes o entornos de trabajo colaborativo, como blogs o foros.
Así se pretende que, aunque el alumno adquiera un papel más activo en su formación, se garantice el seguimiento adecuado para culminar la formación con éxito e implicar a padres y profesores en el proceso de aprendizaje.
 
En este artículo de Eroski Consumer se explica cómo conseguirlo.