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sábado, 15 de junio de 2013

EDUCACION

Un informe explica la fórmula de Shanghai para transformar las peores escuelas.


Ben Jensen define en un nuevo trabajo los cuatro pasos del programa de gestión empoderada’, una iniciativa china que empareja escuelas de alto y bajo rendimiento para revertir sus resultados en dos años.

De Shanghai, más que su buena nota en PISA (sus estudiantes de 15 años están 30 meses por encima en Matemáticas, 23 meses en Ciencias y 20 meses en comprensión lectora que la media de la Unión Europea, según la última evaluación internacional de 2009), lo que realmente llama la atención es su estrecha brecha de rendimiento entre los mejores y los peores alumnos (de 204 puntos, respecto a los 241 de media de las 34 naciones de la OCDE o los 253 de los Estados Unidos). Es más, el 10% de los peores estudiantes de matemáticas en Shanghai cuenta con un nivel 28 meses superior al de sus pares en EE.UU y estos muestran una menor desigualdad de rendimiento tanto si se compara a los alumnos de un mismo centro, como a los centros entre sí. Lo explica el informeCambio radical escolar en Shanghai, un trabajo del instituto educativo Centro para el Progreso Americano (CAP), que se centra en la apuesta por la equidad de este sistema asiático. Señala a una iniciativa en concreto: el llamado ‘Programa de gestión empoderada’.
Ben Jensen, co-autor de este informe, junto a Joanna Farmer, explica por correo electrónico a ESCUELA, que supo de esta iniciativa a raíz de varios viajes a Shanghai, que realizó en los últimos cinco años con proyectos educativos. Allí, no solo identificó sus ingredientes de éxito sino que podían exportarse sin problema: “Este programa puede implantarse fácilmente en Occidente porque no existen elementos que sean específicos de Shanghai, es más, los políticos chinos que lo desarrollaron se basaron en una una iniciativa similar que observaron en Inglaterra cuando intentaban aprender de su sistema”, apunta. Es una medida relativamente nueva, a penas tiene una década, y en ella han participado unos 100 colegios, por lo que no existen análisis estadísticos de su resultado –PISA mide los centros indistintamente, no solo estos– “pero los políticos, en todos los niveles educativos, lo consideran efectivo para afrontar las desigualdades y mejorar las escuelas de bajo rendimiento”, asegura Jensen.
El ‘Programa de gestión empoderada’ de Shanghai, la ciudad más poblada de China y una de las más pobladas del mundo, surgió, explica el estudio, como respuesta a la preocupación del gobierno por la calidad de algunas escuelas, en especial, en los nuevos suburbios.
En poco más de una década, la población de Shanghai se había disparado de 16,7 millones de personas en 2000 a 23 millones en 2010, lo que se tradujo en una fuerte presión en su infraestructura y servicios. La hipótesis que utilizó Shanghai era sencilla, si había escuelas que funcionaban mal y otras que lo hacían bien, por qué no hacer aquello que resultaba en los centros con más problemas.
Para ello, solo hacían falta: dos años, la voluntad de la Administración, centros y docentes y cuatro pasos concretos: identificar las escuelas de bajo y de alto rendimiento; establecer acuerdos contractuales con las escuelas; tomar las medidas necesarias para convertir las escuelas con dificultades y medir los resultados a través de acuerdos de evaluación y rendición de cuentas. Jensen y Farmer examinan cada uno de ellos, con detalle.

PASO 1. Identificar las escuelas
Antes de iniciar el intercambio de profesores y director, el primer paso es identificar las escuelas de alto y bajo rendimiento, es decir, las que pueden ayudar y las que necesitan ayuda. Hay varios factores que utiliza este programa para ello, que principalmente radican en el distrito escolar. Primero es el análisis de datos sobre el rendimiento de los alumnos que se complementa con visitas de los oficiales del distrito a los centros. También se tienen en cuenta iniciativas tales como premios de desarrollo profesional, las conexiones con la comunidad y las actividades extracurriculares. Un segundo factor es el seguimiento, seguido del emparejamiento de habilidades y por último, la valoración de que la escuela que servirá de apoyo tiene la capacidad de ayudar a la otra sin comprometer su propio rendimiento.

PASO 2. Establecer acuerdos
 Una vez identificadas las escuelas, los centros de alto rendimiento firman un contrato con la jurisdicción responsable, que es normalmente el distrito escolar de la escuela de bajo rendimiento. Si se trata de centros de varios distritos, lo firman con el municipio. El contrato estipula los requisitos de la escuela de alto rendimiento y el soporte que la jurisdicción proveerá. Los requisitos incluyen algunos de los objetivos de rendimiento de la escuela ‘apoyada’ y la descripción de cómo van a trabajar ambos centros juntos. Además, el contrato especificará el plazo, el coste y los mecanismos de evaluación que se utilizarán. La duración es normalmente de dos años, aunque en algunos casos, pueden durar hasta cinco, si todas las partes están de acuerdo. Este plazo se fundamenta en dos factores: primero, en que dos años es el período en el que una escuela normal puede experimentar cambios y segundo, en que es el tiempo en el que un centro de alto rendimiento puede ofrecer la mayoría de la ayuda. Además, se cree que este tiempo limitado “empuja la escuela ayuda a actuar de una manera proactiva”, puntualiza el estudio.

PASO 3. Tomar medidas
Cuando ya se ha establecido el contrato, el siguiente paso es tomar las medidas de transformación. Estas incluyen:
primero, la planificación del plan de estrategia y liderazgo, lo que supone que varios profesores de la escuela de alto rendimiento, conducidos por su director, establezcan un grupo de trabajo y analicen la situación actual del centro de mal rendimiento en el que van a trabajar; que identifiquen los principales problemas y proporcionen metas y objetivos claros para superarlos y que los emparejen con las cualidades de la escuela. Además, deben ser flexibles en su aplicación. El informe del CAP insiste en la importancia de que la escuela de alto rendimiento logre “la aceptación y el apoyo del personal de la escuela de bajo rendimiento”.
Segundo, las escuela de alto rendimiento creará una cultura escolar que promueva el aprendizaje productivo, aquí las actividades extracurriculares y sociales juegan un papel fundamental.
Tercero, se desarrollará un plan para mejorar la enseñanza y a cada miembro del personal se le ofrecerá un plan de desarrollo individual que esté alineado con el objetivo estratégico de la enseñanza eficaz. Su finalidad es el desarrollo de docentes eficaces que puedan liderar y desarrollar a otros profesores de la escuela.
Cuarto, a fin de conseguir el objetivo principal, que es mejorar el aprendizaje del estudiante, se evaluará el progreso de los alumnos.
Y, por último, se elaborará un plan de cooperación entre las familias y la escuela, lo que incluye actividades extraescolares y sociales y especialmente, las visitas domiciliarias, una característica de la escolarización en Shanghai, donde profesores titulares visitan el hogar de cada estudiante y discuten sus objetivos de desarrollo y aprendizaje. Dependiendo de la escuela, esto se hace normalmente una o dos veces al año.

PASO 4. Rendir cuentas.
Por último, para comprobar su eficacia, se llevan a cabo evaluaciones en el medio y al final de los acuerdos establecidos y una tercera parte, mediante las directrices establecidas por la municipalidad de Shanghai. El estudio asegura que algunos problemas como una planificación insuficiente o la resistencia del personal se identifican rápidamente, y así, los evaluadores se aseguran de que se realicen los cambios oportunos.
Y, ¿qué gana la escuela de alto rendimiento con todo esto? El programa de Shanghai también piensa en esto y establece que la diferencia que quede de los 500.000 yuanes al año (unos 62.625 euros) que ofrece el órgano responsable del acuerdo para los salarios de docentes y director y los costes del proceso, vaya a la escuela de apoyo, como incentivo. “Es una manera muy barata de abordar el bajo rendimiento en los centros y que por tanto, supone un ahorro a largo plazo. También tiene la ventaja de que, al mismo tiempo que se dirige a las escuelas con problemas, proporciona más recursos a las escuelas que funcionan”, concluye Jensen. Todos ganan.
 
Fuente: OEI.

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