Buscar este blog

martes, 24 de diciembre de 2013

Breviario:

La educación en valores:


Un tema principal para la política educativa en el cambiante mundo de hoy es el papel de las escuelas en el desarrollo de un espíritu cívico, de responsabilidad social y de conducta moral. Esto puede tener que ver con los cursos regulares de educación cívica pero va también bastante más allá. La mayor parte de los países de la región han atravesado serias crisis económicas que en algunos parecen haber cedido, y en otros aún continúan. Fuertes migraciones han tenido lugar, e importantes perturbaciones sociales las han acompañado, con la consiguiente disgregación de las culturas tradicionales y la solidaridad social basada en vínculos personales. La pobreza extrema, los regímenes autoritarios, los sistemas jurídicos rígidos y los derechos humanos debilitados han afectado la integración social y la moralidad individual, creando anomia y descontento.

El papel de las familias en el desarrollo de valores y ciudadanía no puede ser subestimado. Sin embargo, cuando estas se quiebran, los padres encaran un ambiente hostil y su habilidad para comportarse como buenos ciudadanos se debilita, y lo mismo sucede con su capacidad para formar a sus hijos en este terreno. Esto termina por poner un peso todavía más grande sobre los hombros de las escuelas, que tienen que hacer su parte y además, compensar por las limitaciones de muchas familias. De hecho, puede ser que la principal justificación para la escuela pública sea la transmisión de valores y normas de una generación a la siguiente. Es fácil estar de acuerdo con este principio, pero su implementación es mucho más difícil.

La educación cívica en las escuelas de América Latina, tal como en otras partes del mundo, tiende a ser vista como un curso o materia adicional a ser incluida en el plan de estudios, o añadida al contenido de los cursos de estudios sociales. Con frecuencia, en estos cursos se enfatizan los valores nacionalistas, a juzgar por lo que se puede observar en los textos. En la mayoría de los casos, la educación cívica mezcla información que familiariza al estudiante con la manera en que funciona el gobierno de su país, los derechos y obligaciones consagrados en la Constitución, e intentos por despertar lealtad al país, cuando no al régimen particular en el poder. Estos esfuerzos no deben considerarse con desprecio. Aprender cómo funciona un país y cuáles son las reglas vigentes es valioso en sí mismo. Pero no debería confundirse la transmisión de esta información con el papel de la escuela en el desarrollo de la ciudadanía, la responsabilidad social y los valores morales.

Es mucho más difícil saber si los cursos convencionales de educación cívica contribuyen al desarrollo de estas cualidades en los estudiantes.

Hay, no obstante, fuerte evidencia de que los niños aprenden valores que se practican en la escuela, no los que se predican en una clase de educación cívica. Los niños aprenden valores observando conductas y ejemplos, no leyendo libros o escuchando la prédica de un maestro (Cole, 1996; Dreeben, 1968). En las buenas escuelas, la estructura misma y la organización del salón de clases transmite valores y normas.

En la buena educación, los niños son premiados por los maestros cuando asumen actitudes cooperativas y tolerantes, cuando completan sus tareas a tiempo y cuando se esfuerzan y distinguen académicamente.

Las normas son claras y todo el mundo es tratado de acuerdo a las mismas. La conducta ética es recompensada, la conducta anti-social penalizada. La generosidad y la tolerancia reciben estímulo. La escuela enseña a través de la práctica cotidiana, llevando a una internalización de valores y normas conducentes a la convivencia social pacífica y constructiva. Las implicaciones de estas consideraciones no son triviales. Apuntan a la necesidad de preocuparse con la integridad y seriedad de las instituciones escolares, más que exclusivamente con el contenido de disciplinas específicas que figuran en el plan de estudios. Si buenas escuelas son aquellas que socializan a los estudiantes para que se conviertan en ciudadanos responsables, es importante mejorar el “ethos” de las escuelas, su orgullo de ser instituciones serias, convertirlas en mejores lugares de aprendizaje y en mejores sistemas sociales en los que estudiantes, maestros, administradores y familias interactúen, siguiendo reglas justas e imparciales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario