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sábado, 14 de diciembre de 2013

EDUCACIÓN.


Tomar prestado el futuro de nuestros hijos.

 
El 6° Foro Mundial de Ciencia se inauguró en Brasil la semana pasada en medio del opulento esplendor del teatro municipal en el centro de Río de Janeiro. Fue la primera vez que el evento se realizó fuera de su país natal, Hungría.

 Su tema principal fue “Ciencia para el Desarrollo Global Sostenible”, enmarcado por Irina Bokova, directora general de la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) en su discurso de apertura, con la frecuentemente citada oración atribuida al Jefe Seattle, líder nativo americano: “no heredamos la Tierra de nuestros ancestros; la tomamos prestada de nuestros hijos”.

 Este poderoso mensaje sigue siendo inspirador y trágico al mismo tiempo; inspirador en el sentido de que se basa en la noción central de sostenibilidad, y trágico porque subraya el destino de tantas personas en todo el mundo durante el siglo pasado. El mensaje sirve como advertencia y como estímulo a la acción para la comunidad del desarrollo.

 Tres cosas me llamaron la atención durante el foro. La primera, el énfasis en la educación no resulta sorprendente en vista del séquito de experimentados académicos presentes, provenientes de más de 100 países. La segunda, el llamamiento para que haya voces más jóvenes en tan magnos eventos como estos foros, lo cual justifico por la alta proporción de hombres canosos, entre ellos yo mismo. Por último, me llamó la atención la cantidad de aceptación política más que la falta de ella, en el debate de Río sobre ciencia y desarrollo sostenible.

 La educación en el centro

 En las discusiones del foro resonaron términos clave como inequidad, política, gobernabilidad, integridad científica, recursos naturales e innovación, pero transversal a todos ellos fue la importancia y centralidad de la educación.

En consecuencia, la educación —y especialmente la educación científica— surgió como la colaboradora clave del papel de la ciencia en el desarrollo económico sostenible. Hubo acuerdo en que la educación temprana, tradicionalmente asociada con la lectura, escritura y saber contar, también debería incluir capacitación en habilidades de razonamiento. La capacidad de razonar es, por supuesto, fundamental para una verdadera alfabetización científica, en lugar de la capacidad de aprender hechos, lo que a veces puede sofocar las habilidades de pensamiento creativo que demanda la ciencia.

 Conversé con Eduardo Viotti, asesor de política de ciencia y tecnología del Senado brasileño. El señaló una “desconexión” entre las políticas de ciencia, tecnología y sostenibilidad por un lado y la esfera política por el otro. Viotti opinó que los parlamentarios que dedican una gran parte de su tiempo a estos temas tienden a no ser reelectos porque el tiempo para el rédito político de estas iniciativas se enmarca en el largo plazo mientras que las elecciones deben ganarse en el corto plazo.

 Una de las pocas cosas que se puede hacer para influir en esta desconexión, en su opinión, es combatir la falta de cultura científica de la población, no solo con la educación formal sino también mediante la difusión del conocimiento científico y el aumento de la popularización de la ciencia.

 Como bien me lo dijo Viotti: “si tuviéramos gente mejor educada en ciencias y matemáticas, y si la población estuviera más relacionada con estos temas, serían más favorables y pacientes para apoyar estas iniciativas [de sostenibilidad]”.

 Pero así como se necesita crear una población con cultura científica, también se requiere una generación de líderes con conocimientos científicos, y he aquí un papel que le toca cumplir a los científicos jóvenes.

 Un contagioso espíritu de ‘poder hacer’

 Esto me remite a mi encuentro con Mande Holford, científica de la ciudad de Nueva York, cuya pasión y “trabajo vespertino” —según sus propias palabras— es identificar nuevos científicos de todas partes del mundo pero especialmente de América Latina y África que tienen una voz y quieren que se oiga. Ella quiere contagiar al mundo con la energía, el entusiasmo y el espíritu de ‘poder hacer’ de lo que está sucediendo en la ciencia y tecnología para hacer frente a los retos de promover el desarrollo mundial sostenible.

 La organización que representa se conoce como WAYS (siglas en inglés de Asociación Mundial de Científicos Jóvenes). Su objetivo es servir como un puente para que políticos y científicos se encuentren. Los científicos jóvenes, según Holford, deberían participar más en eventos como el Foro Mundial de Ciencia.

 Por último, repasemos el papel de los líderes del mundo en este proceso de garantizar que las futuras generaciones estén equipadas para afrontar el mundo que les estamos dejando, recordando las palabras del Jefe Seattle. Noté una evidente ausencia de lo que yo llamaría liderazgo político de peso en Río. Si bien los apremiantes asuntos de estado son, obviamente, las prioridades de los parlamentarios, los video-mensajes de apoyo no constituyen un sustituto de las presentaciones personales. 

 Científicos y políticos necesitan pasar juntos mucho más tiempo y, en algunos casos, quizás incluso entre las mismas personas. Como me comentó Holford: “queremos estar en las salas de juntas, queremos estar tras bambalinas, queremos estar en el congreso, queremos ser invitados a participar en los comités de dirección. No queremos oír hablar de eso después. Queremos darle forma, y queremos hacerlo. Y la forma de lograrlo es identificando las personas dinámicas y apoyándolas”.

 Esperemos que en los futuros Foros Mundiales de Ciencia al menos alguna de estas aspiraciones se haya hecho realidad.

 Kaz Janowski
Editor SciDev.Net

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