Tomar prestado el futuro de nuestros hijos.
El 6° Foro Mundial de Ciencia se inauguró en Brasil la semana pasada en medio
del opulento esplendor del teatro municipal en el centro de Río de Janeiro. Fue
la primera vez que el evento se realizó fuera de su país natal, Hungría.
Su tema principal fue “Ciencia para
el Desarrollo Global Sostenible”, enmarcado por Irina Bokova, directora general
de la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia
y la Cultura) en su discurso de apertura, con la frecuentemente citada oración
atribuida al Jefe Seattle, líder nativo americano: “no heredamos la Tierra de
nuestros ancestros; la tomamos prestada de nuestros hijos”.
Este poderoso mensaje sigue siendo
inspirador y trágico al mismo tiempo; inspirador en el sentido de que se basa
en la noción central de sostenibilidad, y trágico porque subraya el destino de
tantas personas en todo el mundo durante el siglo pasado. El mensaje sirve como
advertencia y como estímulo a la acción para la comunidad del desarrollo.
Tres cosas me llamaron la atención
durante el foro. La primera, el énfasis en la educación no resulta sorprendente
en vista del séquito de experimentados académicos presentes, provenientes de
más de 100 países. La segunda, el llamamiento para que haya voces más jóvenes
en tan magnos eventos como estos foros, lo cual justifico por la alta
proporción de hombres canosos, entre ellos yo mismo. Por último, me llamó la
atención la cantidad de aceptación política más que la falta de ella, en el
debate de Río sobre ciencia y desarrollo sostenible.
La educación en el centro
En las discusiones del foro
resonaron términos clave como inequidad, política, gobernabilidad, integridad
científica, recursos naturales e innovación, pero transversal a todos ellos fue
la importancia y centralidad de la educación.
En consecuencia, la educación —y especialmente la educación científica—
surgió como la colaboradora clave del papel de la ciencia en el desarrollo
económico sostenible. Hubo acuerdo en que la educación temprana,
tradicionalmente asociada con la lectura, escritura y saber contar, también
debería incluir capacitación en habilidades de razonamiento. La capacidad de
razonar es, por supuesto, fundamental para una verdadera alfabetización
científica, en lugar de la capacidad de aprender hechos, lo que a veces puede
sofocar las habilidades de pensamiento creativo que demanda la ciencia.
Conversé con Eduardo Viotti, asesor
de política de ciencia y tecnología del Senado brasileño. El señaló una
“desconexión” entre las políticas de ciencia, tecnología y sostenibilidad por
un lado y la esfera política por el otro. Viotti opinó que los parlamentarios
que dedican una gran parte de su tiempo a estos temas tienden a no ser
reelectos porque el tiempo para el rédito político de estas iniciativas se
enmarca en el largo plazo mientras que las elecciones deben ganarse en el corto
plazo.
Una de las pocas cosas que se puede
hacer para influir en esta desconexión, en su opinión, es combatir la falta de
cultura científica de la población, no solo con la educación formal sino
también mediante la difusión del conocimiento científico y el aumento de la
popularización de la ciencia.
Como bien me lo dijo Viotti: “si
tuviéramos gente mejor educada en ciencias y matemáticas, y si la población
estuviera más relacionada con estos temas, serían más favorables y pacientes
para apoyar estas iniciativas [de sostenibilidad]”.
Pero así como se necesita crear una
población con cultura científica, también se requiere una generación de líderes
con conocimientos científicos, y he aquí un papel que le toca cumplir a los
científicos jóvenes.
Un contagioso espíritu de ‘poder hacer’
Esto me remite a mi encuentro con
Mande Holford, científica de la ciudad de Nueva York, cuya pasión y “trabajo
vespertino” —según sus propias palabras— es identificar nuevos científicos de
todas partes del mundo pero especialmente de América Latina y África que tienen
una voz y quieren que se oiga. Ella quiere contagiar al mundo con la energía,
el entusiasmo y el espíritu de ‘poder hacer’ de lo que está sucediendo en la
ciencia y tecnología para hacer frente a los retos de promover el desarrollo
mundial sostenible.
La organización que representa se
conoce como WAYS (siglas en inglés de Asociación Mundial de Científicos
Jóvenes). Su objetivo es servir como un puente para que políticos y científicos
se encuentren. Los científicos jóvenes, según Holford, deberían participar más
en eventos como el Foro Mundial de Ciencia.
Por último, repasemos el papel de
los líderes del mundo en este proceso de garantizar que las futuras
generaciones estén equipadas para afrontar el mundo que les estamos dejando,
recordando las palabras del Jefe Seattle. Noté una evidente ausencia de lo que
yo llamaría liderazgo político de peso en Río. Si bien los apremiantes asuntos
de estado son, obviamente, las prioridades de los parlamentarios, los video-mensajes
de apoyo no constituyen un sustituto de las presentaciones personales.
Científicos y políticos necesitan
pasar juntos mucho más tiempo y, en algunos casos, quizás incluso entre las
mismas personas. Como me comentó Holford: “queremos estar en las salas de
juntas, queremos estar tras bambalinas, queremos estar en el congreso, queremos
ser invitados a participar en los comités de dirección. No queremos oír hablar
de eso después. Queremos darle forma, y queremos hacerlo. Y la forma de lograrlo
es identificando las personas dinámicas y apoyándolas”.
Esperemos que en los futuros Foros
Mundiales de Ciencia al menos alguna de estas aspiraciones se haya hecho
realidad.
Kaz Janowski
Editor SciDev.Net
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